LOS MISTERIOS DEL QUIJOTE O EL INGENIOSO CABALLERO DE LA PALABRA
Ficha artística: Compañía de Rafael Álvarez ‘El brujo’. Obra: Los Misterios del Quijote o el ingenioso caballero de la Palabra. Autor, director e interprete: Rafael Álvarez. Colaboración Literaria: Emilio Pascual. Diseño de Iluminación: Miguel A. Camacho. Escenografía: Miguel A. Camacho - Rafael Álvarez. Música: Javier Alejano. Violonchelo: Sergei Mesropian. Percusión: Juan Carlos Peludo. Vestuario: Elisa Sanz. Pinturas Originales: Pedro Extremera. Fotografía: Chicho. Música: Popular andaluza- Sufí. Ayudante de Dirección: Óskar Adiego. Lugar: Patio Porticado de San Luís Gonzaga de El Puerto. Aforo: Lleno.
LA PALABRA ES EL GRIAL
Yo me lo guiso, yo me lo como. Rafael Álvarez es un farsante del siglo XXI, reflejo del antiguo bululú que representaba en solitario en los pueblos por donde pasaba, una comedia, loa o entremés, mudando la voz según la calidad de los personajes que iban hablando.
Como un Sahir de Meishodo ‘El brujo’ aprende su hechizo, sencillamente descubre la ‘palabra’ dicha en el momento de la creación que desencadena el efecto mágico de la transmisión oral. Algunos hechizos se convierten en encantamientos, debido a que alteran a los objetos y a las personas durante largos periodos de tiempo. Este hidalgo de la escena en su legítimo matrimonio con el teatro, lo lleva haciendo desde sus comienzos en el Corral de Comedias del Colegio Mayor Universitario.
Hacía tiempo que el de Lucena un incondicional de este festival, no ejercía sus dominios de hidalgo de bragueta por El Puerto. Sus anteriores hijos escénicos -Lazarillo de Tormes, El pícaro, La sombra del Tenorio- acudieron fielmente a la cita agosteña con un público porteño que le guarda pleitesía y que afila con fruición el cuchillo jamonero por si cae otra pierna de carne curada.
En esta ocasión, siguiendo con su esquema de monólogo dramático nos narra las aventuras, desventuras y misterios más misteriosos de don Alonso Quijano El Caballero de la Palabra, excusa vital para que ‘El brujo’ se interprete a sí mismo. Su zangamanga envuelve en el escenario minimalista al que nos tiene acostumbrados, continuos guiños a la parroquia, dardos envenenados a la vanguardia y homenaje recurrente a su progenitor, y todo para terminar pidiendo volver el año que viene.
Rafael Álvarez, ironiza con ingenio, llena el escenario con su impronta de juglar moderno donde a veces no se sabe si se está viendo al Quijote, al Lazarillo o al Don Juan de Zorrilla. Su acusada personalidad arrastra a los personajes que interpreta hacia la magia y el hechizo propios de un encantador de serpientes.
La organización del festival colocó el cartel de no hay billetes en la segunda representación de las programadas, y el público asistente salió satisfecho de lo que vio con la única duda de saber qué hay detrás de la máscara de ‘El brujo’.
LA PALABRA ES EL GRIAL
Yo me lo guiso, yo me lo como. Rafael Álvarez es un farsante del siglo XXI, reflejo del antiguo bululú que representaba en solitario en los pueblos por donde pasaba, una comedia, loa o entremés, mudando la voz según la calidad de los personajes que iban hablando.
Como un Sahir de Meishodo ‘El brujo’ aprende su hechizo, sencillamente descubre la ‘palabra’ dicha en el momento de la creación que desencadena el efecto mágico de la transmisión oral. Algunos hechizos se convierten en encantamientos, debido a que alteran a los objetos y a las personas durante largos periodos de tiempo. Este hidalgo de la escena en su legítimo matrimonio con el teatro, lo lleva haciendo desde sus comienzos en el Corral de Comedias del Colegio Mayor Universitario.
Hacía tiempo que el de Lucena un incondicional de este festival, no ejercía sus dominios de hidalgo de bragueta por El Puerto. Sus anteriores hijos escénicos -Lazarillo de Tormes, El pícaro, La sombra del Tenorio- acudieron fielmente a la cita agosteña con un público porteño que le guarda pleitesía y que afila con fruición el cuchillo jamonero por si cae otra pierna de carne curada.
En esta ocasión, siguiendo con su esquema de monólogo dramático nos narra las aventuras, desventuras y misterios más misteriosos de don Alonso Quijano El Caballero de la Palabra, excusa vital para que ‘El brujo’ se interprete a sí mismo. Su zangamanga envuelve en el escenario minimalista al que nos tiene acostumbrados, continuos guiños a la parroquia, dardos envenenados a la vanguardia y homenaje recurrente a su progenitor, y todo para terminar pidiendo volver el año que viene.
Rafael Álvarez, ironiza con ingenio, llena el escenario con su impronta de juglar moderno donde a veces no se sabe si se está viendo al Quijote, al Lazarillo o al Don Juan de Zorrilla. Su acusada personalidad arrastra a los personajes que interpreta hacia la magia y el hechizo propios de un encantador de serpientes.
La organización del festival colocó el cartel de no hay billetes en la segunda representación de las programadas, y el público asistente salió satisfecho de lo que vio con la única duda de saber qué hay detrás de la máscara de ‘El brujo’.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Crítica teatral- Festival de Teatro de Comedias de El Puerto -
Páginas de Cultura
Diario de Cádiz
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