LA EXTRAÑA PAREJA

Las carcajadas cómplices y maliciosas de ellas, en su identificación con el personaje de Félix (Joaquín Kremel) llenaron de miasmas positivos el ambiente de típica noche agosteña en el Patio Porticado de San Luís. El hijo de Mamie e Irving Simon, nacido en el Bronx, supo conectar a través de su texto meridianamente claro y sencillo con el público que se congregó y llenó una vez más la cuarta entrega del Festival de Teatro de Comedias de El Puerto de Santa María. Neil Simon demostró a los asistentes por qué es el autor más premiado de todos los tiempos. Félix acaba de romper con su mujer y pretende suicidarse, pero su amigo Oscar (Pedro Osinaga) lo impide. Sin ningún lugar a donde ir ni nadie a quien recurrir, Félix se deja convencer por su amigo para mudarse a su casa al menos por una temporada. El único problema es que Félix es un neurótico de la limpieza y el orden, el Mr. Proper perfecto, todo lo contrario que Oscar, un cronista deportivo que reúne en su persona todos los vicios prototípicos del gremio: es dejado, vago y desordenado. La complicidad de los espectadores con las situaciones planteadas por esa extraña pareja encarnada para la ocasión por Osinaga y Kremel, consiguió que la sonrisa fuera por barrios. El juego escénico creado por estos veteranos actores encima del proscenio, consiguió que el ritmo de la comedia no decayera en ningún momento. A Pedro Osinaga aprendimos a verlo los que rondamos el medio siglo, en el blanco y negro catódico de los espacios dramáticos grabados a reloj corrido en la primera de Prado del Rey. Está claro que los años no pasan en balde, y a punto de cumplir los setenta quiere mantener el tipo de galán de comedia que otrora tuvo y que ahora es difícil de mantener por razones obvias. Kremel fiel al estilo lacrimoso al que nos tiene acostumbrados, fue el antagonista que necesitaba la representación para que el ambiente se fuese caldeando a medida que la trama llegaba a su fin. La puesta en escena con decorados de corte modernista y una iluminación adecuada y agradable tanto para los actores como para el público, descuidó en menor medida los pequeños detalles que al final estropean los trabajos dignos. Con todo, el buen sabor de boca general se vio reflejado con los aplausos del respetable, y los espíritus de Jack Lemmon y Walter Matthau rondaron por la balconada del improvisado corral de comedias como queriendo participar en la gran fiesta del teatro.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Crítica teatral - Fesival de Teatro de Comedias de El Puerto - Páginas de Cultura
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Diario deCádiz
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