LA SIESTA DE MI LUNA
Cuando compramos una prenda de ropa o un corte de tela difícilmente se nos ocurrirá pensar cómo fue confeccionado, cómo se llegó, desde la lana en la oveja o desde el algodón en rama hasta la prenda lista para vestir. En cambio con las personas es diferente, si no presentas un buen currículum detallando con pelos y señales tu procedencia y preparación, difícilmente te tomarán en serio en ninguna parte. ¿Será verdad que la luna nos altera y consigue que perdamos los nervios con más facilidad? Será verdad; de todas maneras, escudarse en la luna no sería muy honesto por nuestra parte. Personalmente, y más que la luna, lo que a mí me hace perder los nervios es no poder comprar el billete de ida y vuelta en el catamarán, una calle cortada al tráfico por obras interminables, una plumilla de pitiminí, un político que no escucha o uno que me desprecia con sólo mirarme; pero como las fases de la luna, todo es cíclico, así que nada de esto tiene la más mínima importancia... ni los billetes de ida y vuelta, ni las calles cortadas, ni las plumillas, ni los nervios, ni tan siquiera los políticos que dejan de comportarse como personas dignas de serlo, porque tarde o temprano todo vuelve o se recoloca en su justo lugar, como la mochila que perdí en los pinos, que ha aparecido con móvil incluido. Al ser humano le influye todo cuanto a la Naturaleza corresponde en la misma medida que al resto de elementos, porque él pertenece a ella. Para mí es más sensato hablar con el corazón que con protocolos, aunque a veces el corazón es un malhablado, pero suele ser sincero. Lamentarse es una pérdida de energía y pedir perdón dicen que es de sabios, aunque sea en luna menguante, y no cualquiera sabe hacerlo: por cierto, debería pedir perdón por haber mandado a alguien a la mierda de una manera tan rotunda y huracanada la otra noche, pero lo haré en privado. Después de todo un ciclo lunar completo, ha llegado el momento de que la luna de mi calle se eche un ratito en el catre y duerma una buena siesta al son del luna, lunera, cascabelera... Paz para los que no la tienen, ternura para los autosuficientes y mi otra mejilla para los que no se cansan de golpear. A pesar de todo, la magia seguirá existiendo en el mundo de mi nuevo reñidero. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quierra.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Calle Luna
Desde la La Paya de la Puntilla "Cuaderno Digital"
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