Desde la Playa de la Puntilla

Manolo Morillo (El Puerto, 1957), actor portuense que mamó las tablas desde la infancia a través de su padre, el locutor Pepe Morillo. Ha pertenecido a los grupos Teja, Bellas Artes, Balbo, T.I.B. y Tirititrán Teatro. Actualmente colabora con Diario de Cádiz. El próximo proyecto en el que se encuentra inmerso es la preparación de una obra de Muñoz Seca dentro de los actos conmemorativos previstos para la inauguración del Teatro Principal, bajo la dirección de José L. Alonso de Santos.

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Lugar: El Puerto de Santa María, Cádiz, Spain

«Que Dios nos guarde de generales y funcionarios que son los principales enemigos del arte» decía Stanislavski en 1900.

viernes, diciembre 15, 2006

CRONIQUILLA HISTORIADA SOBRE EL PUERTO, BAJO LA ATENTA MIRADA DE "EL BIZCO LAESPARDÁ"


Cuestión de orden:

¡Qué bienteveo, Pepe Mendoza, qué bienteveo! La verdad es que la calle de mi Luna esperaba encontrarse aquí y ahora a mi compadre Joaquín A. Bellido con la socarronería de su Calle Sol dándome tapabocas a diestro y siniestro. Y mira por donde, lo que me tropiezo es a una réplica del difunto presbítero de la Prioral Don Carlos Román Ruiloba, pero sin su típico alzacuello ni la gloriosa sotana encogía. En fin, tú sabrás donde te metes, Pepe... sabemos de sobra que eres adicto a las emociones fuertes.

Hablar de El Puerto de Santa María, mi pueblo de mi alma, el más bonito de España, desde la Calle Luna –mi bienteveo particular-, es motivo de mucho orgullo para un modesto portuense de a pie cuya debilidad confesada son las cosas y las gentes de El Puerto. Y es también a la vez una enorme satisfacción estar hoy aquí respirando el calor y las buenas vibraciones que se desprenden, de estos entendidos y estudiosos muros de las Cántigas de Santa María. Los efluvios de la Luna nos acompañen.

¿Por qué siento orgullo de ser portuense?

Era pocivé er bizco Laespardá andando por la calle meleros, cuando de pronto: ¡La Venta El Molino! ¡El Palmar! ¡El Monasterio de la Victoria! En la puerta, un rey que no conocía de ná, y al lao del rey Manolo Borne con la alcachofa enchufá y un cronista de “El Mundo” escribiendo la otra historia: la güena, la verdadera, la fetem, la auténtica, escuchen...

“...a la vista del calificativo "el Sabio" con que va a pasar a la Historia, muchos que no lo conocen personalmente se han forjado del rey Alfonso una imagen no demasiado exacta. Los tópicos resultan muy cómodos. Vía satélite desde la piscina de P.J. un “garganta profunda” nos apunta que a su padre le llamaban "el Santo", a su suegro "el Conquistador", y a uno de los niños le llaman “el fugitivo” desde que tuvo un lío de faldas con una tal Doña Blanca. Así los papeles quedan repartidos y los profesores de bachillerato se evitan complicaciones...”

Claro, el bizco Laespardá escucha esto y sale corriendo a esconderse debajo un matojo de la otra banda. Pero en el camino tropieza sin queré con un barco de madera que está en medio de la carretera: expresión del bizco... ¿pero que carajo es esto dios mío de mi arma? ¡coño La Carabela! Sin sabé cómo ni de donde, asoma por la quilla del barco una cabeza con pelo cano, barba de 1492 días y una bandera de Alemania al revé, que había cazao al vuelo cuando saltó el levante. Y aquí viene lo güeno:

“...resulta que el tá dice llamarse Pedro Madruga, oriundo de Pontevedra y que de Colón, ná de ná. Que su cronista particulá ALFONSOPHILIPPOT Abeledo, capitán de la Marina Mercante y oriundo de la ciudad de Vigo, tiene en su poder los documentos que avalan su cuna galega. Y que ya está bien el cachondeo que existe con su famoso huevo y con las habladurías que mantienen que lo del ídem, es una patraña que él se sacó de la manga para pasar a la historia...”

Comprenderán ustedes que el pobre bizco no saliera de su asombro al comprobar, la mancha de majaretas que se estaba encontrando aquél fatídico para él, 29 de febrero, que también tiene guasa la cosa. No había días en el calendario, tenía que sé er 29 de febrero...

Jarto de tonterías, decide atravesá el río por uno de los cinco puentes que lo atraviesan –ustedes no echen cuenta, estamos hablando de otra época-, pa vé si pescaba argo de comé en la piedras del Castillito. Pero se ve que ese no era su día. Na má desembarcá, le sale al paso un afrancesao de El Puerto pidiéndole el carné de mariscaó, documento que el bizco laespardá no había visto en su puñetera vida. El afrancesao le pone los grilletes y le dice que lo va a llevá en presencia del mismísimo Joseph Bonaparte. Dicho y hecho. Lo que ahora les voy a contar no tiene desperdicio y aclarará algunas dudas para la historia:

“... José I de España tenía un colocón de no te menees cuando le pusieron al bizco por delante. Fíjense como era el tablón, que el susodicho pensó que estaba en presencia de un descendiente de Don Juan de la Cerda por aquello de la pinta que llevaba er bizco. Esta vez la tenía llorona, y echándole el brazo por encima al Sr. De Laespardá se quejó lastimeramente del sobrenombre que le habían puesto los españoles: Pepe Botella. Decía no entender el motivo de tal afrenta, confesándole también que perdió la Batalla de Arapiles porque se entretuvo un poco en Bailén tomando unas copitas de Ponche Caballero...”

Al comienzo de esta croniquilla historiada, me preguntaba por qué me sentía orgulloso de ser portuense, y les voy a decir, que entre otras cosas, por la lección de sabiduría popular que nos deja el bizco laespardá tanto en su actitud como por las palabras que siguen.

Y sin queré queriendo, nuestro particular cicerone que tan gentilmente se ha prestado a mostrarnos esta peculiar historia sobre El Puerto, ha decidido –y ahora encaja lo de la actitud- por su cuenta y riesgo, que aquí se acaba la historia, porque, me contaba, hay personajes que nunca obtendrán el suficiente favor del pueblo para que sus vidas sean transmitidas oralmente por el clásico y a la vez popular el bizco Laespardá.

Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com

Presentación del Suplemento editado por DIARIO DE CÁDIZ con motivo del 725 aniversario del otorgamiento de la Carta Puebla y fundación de El Puerto de Santa María por Alfonso X 'el sabio' en el Aula de Estudios Alfonsíes de el Castillo de San Marcos, con réplica del articulista Pepe Mendoza.