PARIENTES
Cuando el Papa Benedicto XVI proclamó en su reciente visita a España que la familia fundada en el matrimonio, es insustituible según los planes de Dios, hizo también un llamamiento a los padres y destacó que la educación cristiana es “educación de la libertad y para la libertad”. Ante esta proclama tan libertaria del Sumo Pontífice, y sin entrar en valoraciones confesionales, no todo el mundo parece entender en su justa medida el mensaje del Papa alemán. Por llamativas, salidas de tono y cochambrosamente xenófobas y mal paridas, traigo a colación las palabras de un tal Cesario, empleado bancario de 50 años y asistente a los fastos papales, que haciendo uso de la libertad de expresión individual que le permite el sistema de gobierno de nuestro país, se manifestó en declaraciones a los medios como “enemigo acérrimo de la democracia” y al mismo tiempo rechazó de forma tajante a los homosexuales. Quiero pensar que sus expresiones fueron fruto de una enajenación mental transitoria o rabieta momentánea, ante la imposibilidad de no poder probar la “crema Benedicto”, comercializada por las heladerías más famosas del País Valenciá. Lo malo de esto es que todavía hay mucha gente, que con crema o sin crema, piensa de la misma manera. Mal ejemplo para los cristianos. Sin embargo en nuestra tierra, más concretamente en El Puerto, cuando hablamos de la familia somos mucho más amplios de miras, e incluimos inmediatamente a todo el espectro familiar del que somos capaces de acordarnos. Los parientes son parte indisoluble de nuestra familia. Afinando más la puntería, los portuenses de hecho y de derecho que tenemos parientes diseminados por la piel de toro, nos ponemos a temblar cuando se acercan los meses de julio y agosto y observamos como irremediablemente, un año sí y el otro también, tenemos que hacer un hueco donde no lo hay, para acomodar por unos días a la marabunta familiar que se nos cuela para darse los baños de rigor en cualquiera de nuestras playas. Nosotros somos los verdaderos “mantenedores” y precursores de la familia, y nuestro mérito llega al límite de lo sublime cuando de lo que se trata es de acoger a la familia política. La desaparecida Fonda Bartolo de la calle Vicario tuvo que cerrar en su momento, por la competencia desleal que sufrió cuando El Puerto explotó turísticamente hablando con la comercialización del paquete visita/familiar/porlacara. Desde esta calle Luna septembrina me atrevería a sugerir a la nueva concejala de Turismo, que propiciara a las familias portuenses damnificadas un colchón anatómico por cada dos parientes que alojáramos en semejantes fechas. Benedicto XVI puede estar tranquilo con la indisolubilidad de la familia desde la Sierra de San Cristóbal para abajo. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Calle de la Luna
Diario de ádiz
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