DESPIDO A LA FRANCESA
Los de por aquí abajo decimos que hay “ropa tendía” cuando en medio de una conversación se mete alguien que no queremos que se entere de la misma, principalmente si son niños. Con rapidez cambiamos de tercio y nos ponemos a hablar del tiempo o a dirimir si el pajarito que está en lo alto de la palmera cuya sombra nos cobija es gorrión o gorriona. En este caso el asunto es grave y la “ropa tendía” en vez de hacernos callar, nos incita a gritar con desgarro el último despropósito, la última injusticia que con una empleada fundacional de la multinacional francesa afincada en una parcela del desaparecido cementerio de los ingleses de nuestra ciudad, se ha cometido. Como dice el slogan publicitario de su actual campaña de precios “con Carreteraymantafour es posible”, y posiblemente estemos ante la “noticia del mes” del gran supermercado. Decía el Papa Alejandro VI a Lucrecia de Borgia que los sentimientos son para la plebe, que los que mandan están para otras cosas. Y en eso están los vicarios y las sueldacostillas de los gabachos en El Puerto, en otras cosas, o sea despidiendo a la francesa y versionando de nuevo a Los Cien Mil Hijos de San Luis. Las personas normales, las que creemos en las personas por las personas, entendemos que crear riqueza dentro de esa sociedad del bienestar de la que tanto se llenan la boca los advenedizos de siempre, no es otra cosa que intentar que el ser humano, por el hecho de serlo, tenga sus derechos mínimos fundamentales cubiertos, y a nadie se le escapa que el derecho al trabajo digno es uno de ellos. Ese derecho se ha visto conculcado en la persona de Carmen Guillén Martínez, que tras 27 años de servicio ininterrumpido en esa fábrica de precios baratos a conveniencia, con la que empezó el declive del comercio tradicional en El Puerto, ha sido arrojada al mundo de la incertidumbre laboral por tender ropa en el balcón de su casa mientras se encontraba de baja médica. Además de desahogados y fisgones, discriminadores de género. El fotógrafo chivato puede aspirar al Pulitzer de la cosa por la instantánea, y los receptores de la misma habrán ganado este mes un poco más por el incentivo de la desvergüenza. No les vendría mal leer un poco. Los Miserables, relato escrito por el novelista francés Víctor Hugo, es considerada como una obra defensora de los oprimidos en cualquier tiempo y lugar, probablemente incluso puede que la vendan como libro de bolsillo en la sección de librería de la dichosa tienda, mas estoy convencido que los ideólogos del desaguisado piensan que Víctor Hugo es un cantante de Hip-Hop, y que Los Miserables es una marca de picos ye-ye. No se dan cuenta o no quieren darse cuenta, que ellos están en la misma ruleta rusa del despido como tradicionalmente vienen demostrando esos listos del merchandising, especialistas en contratos basura al peso. Espero no ser la última firma de solidaridad con Carmen. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Calle Luna
Diario de Cádiz
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