Desde la Playa de la Puntilla

Manolo Morillo (El Puerto, 1957), actor portuense que mamó las tablas desde la infancia a través de su padre, el locutor Pepe Morillo. Ha pertenecido a los grupos Teja, Bellas Artes, Balbo, T.I.B. y Tirititrán Teatro. Actualmente colabora con Diario de Cádiz. El próximo proyecto en el que se encuentra inmerso es la preparación de una obra de Muñoz Seca dentro de los actos conmemorativos previstos para la inauguración del Teatro Principal, bajo la dirección de José L. Alonso de Santos.

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Lugar: El Puerto de Santa María, Cádiz, Spain

«Que Dios nos guarde de generales y funcionarios que son los principales enemigos del arte» decía Stanislavski en 1900.

viernes, marzo 31, 2006

LA CÁSCARA AMARGA

El pasado 21 de marzo se celebró el día internacional contra el racismo y la xenofobia. La ciudadanía española suele jactarse de no ser racista ni incurrir en lo que llamamos prácticas xenófobas. Cuando alguien levanta el dedo acusador sobre nosotros, rápidamente tiramos de memoria histórica y recordamos los difíciles años de la posguerra en la primera mitad del siglo XX, en los que la jambre y la falta de medios básicos de subsistencia empujaron a un buen número de familias españolas, a la incierta emigración hacia determinados estados de Centroeuropa y América Latina. Tan sólo la solidaridad de países amigos del Régimen y la interesada de los yankees por aquello de la situación estratégica de nuestro país, palió en cierta medida las miserias de una parte de España, porque a la otra parte –la derrotada- ni siquiera le llegaban las migajas de la tan cacareada leche en polvo. En aquella época la xenofobia la practicábamos con nuestros propios conciudadanos, y probablemente estuviera hasta bien vista. Permítanme este quejío.
Aun siendo El Puerto una ciudad apegada a la mar, con toda la sabiduría, hospitalidad y cosmopolitismo que esta situación supone, parece que las malas prácticas como casi siempre, se nos adhieren antes y con más fuerza que la solidaridad con el propio ser humano. Basta con que una noche decidamos tomar unas copas por el amplio abanico de locales nocturnos habilitados al efecto, para que seamos testigos no sin sorpresa e indignación de la exclusión tácita en algunos de estos locales, de trabajadores inmigrantes sudamericanos. El poder de humillar no tiene límites, la memoria colectiva parece que sí. También suele ser de uso habitual en nuestro querido Puerto entre familias pudientes que nos visitan de verano en verano, y que se ubican en urbanizaciones llamadas de alto standing, la contratación de familias enteras de inmigrantes a tiempo completo -24 horas sin descanso- para la realización de las tareas propias del hogar. Algunas de estas ‘contrataciones’ se realizan a la antigua usanza, de palabra, o sea con menos papeles que un conejo de campo. Y para rematar la faena e imitando a la abolida Ley de Paso sudafricana, los más jartibles de la Feria de Primavera que año tras año dedica El Puerto a la cultura del vino, cuando nos retiramos después de bebernos la parte que nos toca, vislumbramos esquivando la mirada entre luces y sombras, las pizpiretas y cansadas figuras de personas bajitas, morenas y con rasgos andinos, que se aprestan a guardarnos las casetas de la alegría por unos cuantos euros de color negro. La cáscara amarga en mi pueblo no sólo la tienen las naranjas de la Plaza Perá. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.

Manolo Morillo manolomorillo@hotmail.com
Desde la Calle de la Luna
Diario de Cádiz

viernes, marzo 17, 2006

OLOR A PUERTO

La literatura universal tiene en el libro ‘Por el camino de Swann’ del escritor francés Marcel Proust, uno de sus episodios más sugerentes: la remembranza de la niñez a través del paladeo de una magdalena. Todos tenemos sabores que nos devuelven al pasado, pero en muchos casos un olor es el que nos puede devolver a la infancia o algún momento especial de nuestras vidas. Algunos olores permanecen en la mente grabados como códigos de barras en las botellas de buen vino, son sinónimos de recuerdos y nostalgias que sabemos muy bien que no volveremos a vivir.
El refranero popular nos dice que “si el mar fuera vino, todo el mundo sería marino”, mar y vino, ni lo uno ni lo otro. Esos olores van desapareciendo paulatinamente de nuestra memoria sensitiva, la industria especializada está arrasando hasta con las fragancias que dan seña de identidad a una ciudad como la nuestra. El aroma a vino que inundaba cada una de las estrechas callejuelas portuenses, ha desaparecido delante de nuestras propias narices casi sin darnos cuenta. El Puerto, ciudad de olor a vino sutil y sabor delicado, huele ahora a goma quemada en alquitrán recién colocado, que gentilmente costeamos muchos... para que lo destrocen muchos pocos. El Puerto, ciudad con aroma a las mijitas del freidor del gallego, ya no tiene tampoco olor a puerto pesquero mezclado con viento de levante, se ha perdido como se perdió el de achicoria que emanaba de La Giralda e inundaba los entresijos de la calle Luna.
Los portuenses no somos piezas únicas dentro del universo, y aunque algunos mendiguemos buscando el tiempo perdido por los rincones de las siete esquinas, sabemos de sobra que la naranja mecánica está muy bien asentada entre nosotros desde hace más de una década. Los melómanos andan desempolvando la novena sinfonía de Beethoven en disco de vinilo, para celebrar la entrada de la primavera bajo palio, y embriagarse con el eterno olor a azahar que de momento no han logrado piratearnos. El fiel de la balanza que porta en su mano la mujer coronada, está al caer, y el Cristo del Amor sorprendido con las oraciones de las monjitas que no saben muy bien de qué va la cosa.
El Puerto ahora husmea por el olor a la naftalina de los armarios, por el olor a billete nuevo, por el olor a la gomina barata de los nuevos ricos que enferman de repente, por el olor de la bolsa de basura que no sacamos ayer, por el olor de... Aunque todavía nos queda la mayor, los mendigos de las siete esquinas albergamos la esperanza de que perdure el aroma a retama y eucalipto, a aire de mar y salitre, a pared recién encalada, a café de Los Pepes, a bizcotela de La Perla, a caracoles de El Brillante, a juguete antiguo de Las Novedades, a pescao fresco de Ventura, y también a la pequeña Ariadna que nació ayer casi sin darse cuenta. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.

Manolo Morillo · manolomorillo@hotmail.com
Desde la Calle de la Luna
Diario de Cádiz

viernes, marzo 03, 2006

EL CARNAVALS DEL MONS

Según explica Jacques Heers en su libro ‘Carnavales y Fiestas de Locos’, al principio el Carnaval “no es más que una procesión que, con toda certeza, recobra por su cuenta unos recuerdos muy antiguos vinculados a los cultos paganos de antaño, al Culto de la Renovación, de los dioses silvestres y las fuerzas de la Naturaleza”. En la España democrática, los Carnavales resurgieron después de muchos años de prohibición, precisamente porque el poder entonces establecido, el franquismo, veía en ellos un peligro de revolución, existía mucho recelo porque era una fiesta incontrolable. Las Fiestas Típicas Gaditanas es fiel reflejo de la censura de la época. En cambio, en otros lugares del mundo donde nunca ha dejado de celebrarse (Venecia, Cannes, Brasil...), el Carnaval ha ido adquiriendo dimensiones propias y se ha estabilizado como una fiesta de identidad local, que año tras año atrae a millones de visitantes a las citadas ciudades. Cádiz se dio cuenta a tiempo y se subió al último vagón del tren de los escobazos, sabiendo rentabilizar con la ayuda mediática del ente televisivo autonómico, lo único que le queda: la gracia que le sale por los poros.
El Puerto en cambio lleva ya muchos años y no sólo en Carnaval, dando el cante como lo suelen hacer las malas chirigotas callejeras. ¿No se han dado cuenta todavía que esa ‘maravillosa manifestación de cultura popular’ en nuestra ciudad, es ficticia? El algodón no engaña. La historia reciente nos dice que el reencuentro de Don Carnal con las calles portuenses fue todo un éxito de crítica y público, utilizando la terminología taurina, pero que la corrida a plaza partida fue perdiendo concurrencia a medida que la calidad de lo que se estaba viendo iba bajando enteros año tras año. Reconozcamos también que no toda la culpa debiera recaer sobre los protagonistas directos de estas fiestas del desenfreno, sino que gran responsabilidad sobre el éxito o el fracaso de la misma la tienen los responsables municipales de estas cosas, que no han querido o no han sabido aprovechar el tirón inicial que se manifestaba tan palpablemente en la calle. Han preferido quizás dar prioridad a otros eventos supuestamente mas lucrativos pero infinitamente más molestos para el conjunto de la ciudadanía, como es la concentración motera que tenemos que sufrir un año sí y otro también los ‘paganos’ de siempre, aunque no nos guste ese tipo de carnaval tan chocarrero. Más que carnaval aquí lo que se hace es ‘La Pascua’ diría yo, que es la que viene detrás. Y mientras nosotros estamos en la luna, a ‘La Loca’ esa le ha dado un flay, y se ha ido unos días a las Islas Pitiusas a cantar su repertorio en los Carnavals del Món. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Desde la Calle de la Luna
Diario de Cádiz, 3 de marzo de 2006