Desde la Playa de la Puntilla

Manolo Morillo (El Puerto, 1957), actor portuense que mamó las tablas desde la infancia a través de su padre, el locutor Pepe Morillo. Ha pertenecido a los grupos Teja, Bellas Artes, Balbo, T.I.B. y Tirititrán Teatro. Actualmente colabora con Diario de Cádiz. El próximo proyecto en el que se encuentra inmerso es la preparación de una obra de Muñoz Seca dentro de los actos conmemorativos previstos para la inauguración del Teatro Principal, bajo la dirección de José L. Alonso de Santos.

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Lugar: El Puerto de Santa María, Cádiz, Spain

«Que Dios nos guarde de generales y funcionarios que son los principales enemigos del arte» decía Stanislavski en 1900.

viernes, mayo 26, 2006

EL CARROMATO DE PASCUAL


El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país, y el barómetro que marca la grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo. Con estas palabras justificaba Federico García Lorca su entrega generosa como director de La Barraca, y su empeño en llevar el teatro a la calle, a las mismas casapuertas de los pueblos perdidos de nuestra geografía andaluza. Hoy en día, que somos testigos mudos de la supervaloración de la calidad de cualquier propuesta escénica ante el concepto teórico en que se circunscribe una obra, son dignas de admiración las compañías que se dedican a patearse la calle baldosa a baldosa con el único de fin de acercar al público familiar la verdadera esencia del teatro. El teatro de calle todavía es considerado por algunas mentes preclaras un subproducto, en cambio, el público está cada día más necesitado de estas nuevas formas de comunicación que se alejan de lo que es el teatro a la italiana. En El Puerto nos podemos sentir orgullosos de contar entre nuestros convecinos con un verdadero entusiasta de esta ancestral forma de llevar la cultura a la calle. Pascual Varo, alma máter de la compañía portuense El Carromato, está consiguiendo cruzar el Rubicón local, y con la sabiduría y la paciencia que le caracteriza ha logrado meter la cabeza en circuitos tradicionales de teatro de calle que hasta hace bien poco eran impensables para una compañía de El Puerto. Además de creador de la compañía, es autor de varias obras de teatro infantil y de guiones para teatro de calle, que junto con su docencia en la Escuela de Formación Teatral de la Universidad de Cádiz, aglutina su magisterio permanentemente en el taller de Teatro que mantiene en nuestra ciudad, del que se nutre de nuevos actores para los distintos espectáculos. La Máquina de Otto, Volando en Aeroplano o Las hazañas del Caballero de la Mancha, son algunas de las producciones con las que ha paseado su Carromato por el resto del país con notable éxito. Este Carromágiko nacido con el siglo, está en estos momentos enfrascado con el montaje de su última creación, un espectáculo de títeres llevado a cabo con la técnica del guante y la varilla de gomaespuma titulado El Teatrillo de Panero, en donde comparten escenario Mesié Guiñol, la Tía Norica y Don Cristóbal, pionero de la saga de los cristobitas. Sin pecar de pretenciosos, es probable que en alguna ocasión nos encontremos ante una ópera de Rossini convertida en un espectáculo insufrible, y que nos sobrecojamos ante una sublime representación de títeres. El esfuerzo siempre obtiene recompensa, y en este caso está más que justificada. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.

Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com

Desde la Calle de la Luna

Diario de Cádiz


viernes, mayo 12, 2006

CONDENA DE GAÑOTE VIL


Existen determinados actos públicos, ya sean culturales, políticos, deportivos o de cualquier otra índole, que no llegan a ser elevados a la categoría de sublimes, si no cuentan entre sus asistentes a determinados personajes y personajas que acuden a los mismos al olor y al sabor de la correspondiente copa y tapa final de acto. Es costumbre ya arraigada en cualquier organización que se precie, anunciar en letras bien visibles en las invitaciones a un evento cualquiera de los que pueblan nuestra geografía urbana portuense, la siguiente frase: “Al final del acto se ofrecerá una copa de vino fino”. Estas once palabras se convierten en mágicas para los profesionales del sector, que los hay y muy bien organizados por cierto. El Boletín Cultural, los breves del Diario y los panfletos de parabrisas, fluyen por sus ávidas manos para iniciar un recorrido que se les antoja tortuoso y cansino, enigmático y atrevido a la vez, ya que ahora les queda la difícil tarea de saber elegir el acto adecuado. No es la primera vez que oímos hablar de un desfallecimiento repentino en una conferencia que iba por la hora y cuarto de discurso, o haber tenido conocimiento de ciertos movimientos convulsos entre los asistentes a un concierto de nuestro querido Orfeón Portuense. Lo alargado de los actos y la precariedad del ágape posterior, hicieron verdaderas perrerías en los estómagos de nuestros protagonistas de hoy. Es curioso observar como entre ellos se hacen sus pequeñas trampas, comentando en voz alta las excelencias de tal o cual acto, a sabiendas de la escasez de viandas que se ofrecerán, para acudir en “exclusiva” a... pongamos por caso la tertulia de historia local del Aula Menesteo, que tan ricamente condimenta una vez al mes Antonio el del Bar Cama. Al final de cada acontecimiento es común entre copa y copa, comentar la pertinaz asiduidad de tal o cual, o poner falta grave a aquél o aquella que nos ha dejado en esta ocasión por asistir a la presentación de una Regata en el Real Club Náutico. En fin, no es cuestión de dar nombres por aquello de la salvaguarda de la especie, pero sobre todo por no tener problemas legales con mis amigos los ecologistas, aunque sí me van a permitir citar al menos algunas de las iniciales de aquellos/as considerados por un jurado popular reunido al efecto, como los verdaderos mantenedores de la estirpe y que figuran entre los tres primeros del cuadro de honor, aspirantes a ser pasados por el gañote vil de bodas, presentaciones y bautizos, a saber: G.M.L. y acompañantes, P.M. con esposa, y L.S. y acompañante habitual. Amanece sobre El Puerto y que salga el Sol por donde quiera.
Manolo Morillo - manolomorillo@hotmail.com
Desde la calle de la Luna
Diario de Cádiz

martes, mayo 09, 2006

El TEATRO QUE NO TENEMOS


El primer coliseo del que se tienen noticias consignadas en documentos oficiales es el que se construyó en ‘Las casas del Palacio’, la antigua bodega de José de la Cuesta. Este teatro, edificado para representaciones de ópera italiana, y construido por el empresario y director de compañía Nicolás Setaro, se inauguró el 14 de abril de 1754 con la obra ‘El gran Alejandro’. El Ayuntamiento, al cabo de un año, prohibió las representaciones y sostuvo pleito con el empresario, hasta hacerle desbaratar el teatro y vender sus despojos en pública subasta.
En el año 1788 –vuelta a la carga-, construyó José de la Flor una ‘Casa de comedias’ en la calle Misericordia, que estuvo funcionando hasta que ‘nuevamente el Ayuntamiento lo volvió a prohibir’. Este señor elevó recurso a la Casa de Castilla, en el cual se quejaba de que en El Puerto no se permitiese lo que en otras ciudades de Andalucía. Años más tarde, sobre este mismo terreno, se manda edificar otro teatro, que estuvo funcionando hasta que Críspulo Martínez dotó a El Puerto de un teatro en la entonces calle Cánovas del Castillo, hoy Luna.
A lo largo de la historia, nos damos cuenta que nuestra ciudad ha pasado un verdadero calvario para mantener un teatro con sus puertas abiertas. Quizá no nos lo merezcamos. En la actualidad, en El Puerto no existe ningún edificio al que podamos denominar teatro. Si Nicolás Setaro levantara la cabeza y viera que en los albores del siglo XXI El Puerto está como si un Fray Diego José Caamaño convertido en fuego, se hubiera pasado por nuestra ciudad en el año 1984, y el más puro estilo moralista de la época nos hubiese dejado sin coliseo, estoy seguro pensaría que estamos avanzando hacia la edad de piedra de nuevo, o por lo menos de piedra se hubiera quedado él.
Es de pura farsa, comprobar como en todos los programas de intenciones de los partidos políticos de nuestra ciudad ha aparecido la construcción de un nuevo teatro, sin que hasta la fecha se vea tan siquiera un mínimo movimiento por parte de sus responsables. En contrapartida, si damos un vistazo a nuestro alrededor y más concretamente en las ciudades hermanas de Cádiz, con su Gran Teatro Falla restaurado; San Fernando, con el Teatro de las Cortes en vías de rehabilitación; Puerto Real, con su Teatro Principal restaurándose, y Jerez de la Frontera, palabra esta de frontera que parece que va sobrando pues poco a poco va perdiendo su sentido en bien de todo lo que le puede beneficiar y más concretamente con el intento de recuperación del teatro Villamarta.
Después de todo este panorama, observamos que El Puerto, la denominada ciudad de los cien palacios, de momento sólo tiene noventa y nueve, porque mientras los portuenses no consigamos recuperar nuestro teatro, y en el mismo sitio donde estaba, a la ciudad le seguirá faltando un palacio... para la comedia.

Manolo Morillomanolomorillo@hotmail.com
Artículo publicado en Tribuna Libre el domingo 4 de noviembre de 1990
Diario de Cádiz

miércoles, mayo 03, 2006

LÁGRIMAS POR AGUSTINA


La primera vez que entré con tu hermano Pepe por vuestra casa de la calle Pozuelo, tras recibir la socarrona sonrisa de aceptación de Pepín, vuestro padre, me quedé enganchado de ti. En esa casa amplia y luminosa creí ver a la heroína de nuestras lecturas de juventud, la Sigrid del tebeo de los domingos, alta, esbelta, rubia y con la sonrisa siempre en los labios. Antonio, tu paladín particular, era la envidia de toda la chavalería que merodeábamos las meriendas de Luisa, esa superwoman de madre de la época, fiel reflejo de las nuestras, acogedora, sencilla y llena de paciencia con los amigos de sus hijos, a los que nos adoptaba todas las tardes un ratito, y nos devolvía para casa con una manzana reluciente entre las manos. Con el tiempo nuestra relación se hizo más intensa, ya que coincidimos hasta tu jubilación prematura -en la antigua Caja de Ahorros de Cádiz- con Guillermo Romero, José Antonio Lojo, Bernardo Ramis, Jesús Rivas, Juan Muñoz, Laly Rosso, Higinio Obregón, Carlos Pumar y Pepe Morillo, entre otros. ¡La gran familia de la Caja!, no en balde, un tercio de nuestras vidas lo pasábamos juntos, y sabíamos el uno del otro pelos y señales de nuestro acontecer diario. La noticia de tu muerte nos sorprendió a todos en la tradicional comida de la Feria de Primavera. Sabíamos que estabas luchando contra viento y marea para ganar esa “calidad de vida” que según tú te faltaba, para poder acompañar a tu marido ahora que Lucía, vuestra hija, volaba independiente en busca de su horizonte particular. Cuando el pasado viernes 28 de abril el cura Angulo quiso pronunciar tu nombre, y la voz se le resquebrajaba de dolor, los allí presentes hubiésemos dado un poquito de nuestra vida por alargar la tuya lo suficiente, para que pudieses acompañarnos cincuenta y siete ferias más, y tener la enorme fortuna de compartir esa sonrisa que tan fácilmente nos regalabas. Nos has dejado “tocados” a todos, y como casi siempre ocurre en circunstancias parecidas, lo que te quise decir y no hice en su momento llega tarde, pero no puedo dejar de agradecerte tu trato, en algunos casos como hermana, en otros como compañera y en muchos más aconsejándome como una verdadera madre. Las lágrimas de desconsuelo que derramó el profesor Don Antonio Muñoz Repiso, tu marido, mi amigo, el día que nos dejaste definitivamente, no creo que pueda olvidarlas en el resto de los días. Esas lágrimas, Agustina, mi querida Agustina Pérez Enríquez, son también las nuestras, las de todos tus amigos, las de todos los que recibimos tu trato amable. Gracias por ser como fuiste compañera, que no es poco.

Compañeros de Agustina Pérez Enriquez en Unicaja manolomorillo@hotmail.com
Cartas del lector
Diario de Cádiz

martes, mayo 02, 2006

ADIÓS, ADIÓS, ADIÓS... NO SÉ SI VOLVEREMOS A VERNOS


Nuestros cinco días de Feria son comparables con el cortejo a la diosa femenina de la luz, Diana, una luna encubierta. Requiebras en la velada con aspiraciones a ligue del bueno; se encienden las bombillas y ya piensas que todo el monte es orégano, pero el lunes está a la vuelta de la esquina fiel a su tradición malajosa. La primera media botella, el primer y quizás único beso robado, la primera ración de ‘baracalofi’, el quiero y no puedo en el látigo pero no importa, estamos en Feria y no pasa ná. La media jumera mirando el reloj porque mañana hay que ir al curro y... vámono que nos vamos que ya no aguanto más, que al mediodía tengo que comé con los colegas de la oficina, y quiero dar la talla con la Marijose que este año ha aprendío a bailar sevillanas. No me busques que no me vas a encontrá; a esa hora hay mucha gente y la Feria es mu grande, además, tu sabes que yo nunca llevo el móvil en actos tumultuosos. Se acabó la Feria. Por delante de mí desfilan la moza juncal, la gitana con romero, el caballista vacilón, la juventud rampante, el moro con pincho, la amazona risueña, el mendicante que implora, las flores de olor, mi enemigo público número uno con su cohorte de palmeros cantándole las sevillanas del adiós, las atracciones que no atraen, comida, mucha comida, el traje de gitana sucio, los tikets de última hora que nunca recoges, la cagalera del chocolate mezclado con txacolí, el niño dando por culo queriéndose montar en el último cacharrito, el amigo del alma que te engancha del brazo hasta que te la bebas, la ración de pimientos fritos que le quitaste al de al lado, el ‘chunda’ ‘chunda’ de la otra calle del infierno, el turrón de alicante de un año para otro, la exhibición del ‘pescaíto’ en la bolsa de plástico por el Real, las cagás de caballo y el olor a zotal, los maricones de feria, el albero borracho de beber lo que otros no quieren, las meadas entre casetas, el pregón de los pregones, la búsqueda del café en taza, el Bononato arreglando la luz de la caseta sin techo, la jodía tómbola de los patitos, la cola para largarte en taxi, la gente subida en el puente para ver los cohetes, el día de resaca que no tenemos... ¿y mañana?. Mañana, hoy, probablemente será otro día, aumentará el absentismo a niveles insospechados en los colegios, en las fábricas, en las oficinas y hasta en el propio Real de las Banderas. La feria no es una fiesta, ninguna otra aguanta la comparación, las otras son ‘sinapistas’, cataplasmas de polvo con mostaza que quieren pero no pueden, sobre todo en el anacrónico Puerto que vivimos. La Feria es una media verdad encubierta, las puñalás se guardan para el martes por la mañana tomando café en El Rempujo. Pero esa es otra feria, yo por si acaso me voy a tomá la penúrtima.

Manolo Morillo manolomorillo@hotmail.com
La penúltima
Diario de Cádiz