LOS VIAJES DE FRANCO A EL PUERTO
Entre los años 1945 y 1950, época denominada del primer franquismo, en donde la presión de las potencias mundiales y las elecciones, fueron ratificando el poder de la izquierda, en Europa occidental fue creciendo la antipatía hacia el Régimen español. Franco mediante una gran campaña de prensa y publicaciones intentaba convencer a la opinión extranjera de su no alineación con el eje, y de que el Gobierno español era esencialmente un sistema de instituciones orgánicas católicas, sin conseguirlo en primera instancia.
Dentro del país se presentó esta campaña contra el Régimen como esencialmente antiespañola, vendiéndola como una conspiración de la izquierda liberal extranjera para marcarlo con una nueva Leyenda Negra. El propio Franco hablaba de un Superestado masónico, que era según su interesado criterio, el responsable de todos los males de España.
Para obtener más apoyo, reanudó sus visitas por todo el territorio español. A menudo eran viajes agotadores que duraban desde el amanecer hasta la puesta del sol, pero le llevaban personalmente a regiones lejanas donde enormes masas de gente le veían y oían, aunque estas masas fueran creadas por el Movimiento. Las condiciones económicas seguían siendo muy duras, aunque no tanto como a principios de los años 40. El racionamiento seguía siendo parte de la vida diaria, del mismo modo que lo era el estraperlo.
Dicho esto, el primer paso de Franco por El Puerto fue el 14 de octubre de 1948 que, tras haber asistido en Sevilla y Huelva a los actos conmemorativos del VII Centenario de la creación de la Marina de Castilla, y camino de Cádiz, transitó por la Calle Larga hasta el muelle de San Ignacio, donde embarcó.
Conocida era la afición del dictador por la caza, y durante cuatro años seguidos -del 48 al 51- fue huésped de Fernando C. de Terry y del Cuvillo, participando en cacerías organizadas por este último en la finca de El Pedroso. Coincidiendo con estas visitas, desde la corporación municipal se hacían gestiones a través del Subsecretario de Industria de la época, Eduardo Merello Llaseras –hijo de El Puerto-, para que Franco influyera en el relanzamiento de la infraestructura necesaria para la acometida de agua y otras necesidades de la ciudad, o por ejemplo, para el traslado del Penal a la Isla de Formentera. Nuestra ciudad fue una de las localidades que abogó en 1949 a favor de la Ley que facultó a Franco para ostentar el título de “Príncipe del Ebro”.
Fue en 1950, concretamente el martes 31 de octubre cuando el general Franco, a eso de las 18,30 de la tarde apareció por nuestra ciudad “en medio del entusiasmo de la muchedumbre que vitoreaba y aplaudía a tan ilustre huésped”, según recogía a doble página el bisemanario acólito del Régimen “Cruzados”. Recibido por el Alcalde, varios Ministros de su Gabinete, el Gobernador Civil y otras autoridades de la provincia, se trasladó hasta la residencia de los Terry a la que se incorporó más tarde su esposa Carmen Polo y los Marqueses de Villaverde. Seguidamente y en unión de su consorte marcharon por las calles Larga, Luna, San Juan y Plaza de España hasta el primer templo parroquial, repitiéndose las calurosas manifestaciones de entusiasmo popular, con gritos de Franco, Franco, Franco. Con las campanas al vuelo, fueron acogidos por la corporación municipal bajo mazas, el clero de la ciudad, autoridades civiles y militares y la jerarquía en pleno de la Falange Española Tradicionalista y de la Jons. Mientras la Sección Femenina ofrecía un ramo de flores a la esposa del dictador, la banda de música interpretaba el himno nacional y Franco y Carmen Polo entraron en la Prioral bajo palio, cuyos varales portaban los gestores del Ayuntamiento. Una vez terminadas sus oraciones, hicieron el recorrido inverso para alojarse durante su permanencia en la ciudad en el domicilio particular de los señores de Terry del Cuvillo.
Doce años más tarde, siendo Alcalde Presidente Luís Portillo Ruiz, en el punto núm. 4 del Pleno del día 4 de julio de 1962 se acuerda “Ofrecer la primera Medalla de Oro de la Ciudad a S. E. el Jefe del Estado Generalísimo de los Ejércitos Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde, como prueba de admiración y aprecio a sus relevantes méritos que es obvio numerar por estar en la mente de todos…”.
La medalla se encargó al joyero cordobés José Mª González del Campo por un valor de 16.000,00 Ptas., realizada en pedrería y esmalte. Solicitándosele al mismo tiempo una placa conmemorativa del acuerdo de Pleno, cuyo coste fue de 10.000,00 Ptas., siendo ésta realizada en plata de ley. Franco aceptó la medalla el 22 de junio de 1964, y en octubre de ese mismo año le fue entregada por una Comisión presidida por el Alcalde, y por un nutrido grupo de concejales. Tanta debió ser la euforia de tal acontecimiento, que al mes siguiente en otro Pleno y “por aclamación unánime, se acuerda nombrar cual se propone, Alcalde Honorario y Perpetuo de esta ciudad a S. E. el Jefe del Estado Español…”.
El escritor Manuel J. Ramos resume de la siguiente manera las circunstancias de la sociedad española en la posguerra: “Fueron años marcados en la misma proporción, por la desesperanza y la esperanza y, al mismo tiempo, por el miedo, la censura, el autoritarismo, la falta de libertades, el hambre, las cartillas de racionamiento, el frío, la censura de libros y de películas. En definitiva, la época más negra que, desde todos los puntos de vista, se ha vivido en España en este último siglo”.